viernes, 25 de marzo de 2011

Porque el cielo es nuesto límite

Todo seguía igual, nada había cambiado. La soberbia ciudad seguía intacta. Y eso era lo que realmente me molestaba.Por eso decidí dar una vuelta para apreciar si alguien o algo se habían percatado de mi llegada, pero un hombre se me cruzó y se acercó y me dijo:
"Según llegué, noté unas naúseas, y, de repente, así, sin más, noté como se me venía encima algo más grande de lo que jamás hubiera imaginado. Sus sonidos, acompasados por un continúo ir y venir de gente, explotaron cicatrices llenas de ideas, sueños y sabores que habían estado siempre rondándome, pero a las que nunca les había dirigido la palabra..."

No sabía si se había confundido o si me conocía. Pero entonces noté en mi interior, que ese pequeño hombre, ese ser al que nunca había conocido, ese al que parecía que conocía de toda la vida sin haberlo nunca visto, se había convertido en mi inspiración. Era él, él había sido durante toda mi vida esa cosa que los artistas tanto ansiaban. Y ni él ni yo lo sabíamos y esa fue la magia que nos unió e hizo que nos volviéramos a encontrar.
Esa colosal y formidable ciudad, esa ciudad que me hizo darme cuenta de que allá a donde fuera, ese individuo estaría siempre en mi conciencia, ese hombre sería el principio de mi inspiración.
Porque el cielo es nuestro límite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario